El PP quiere saber la verdad entera acerca de lo ocurrido el 11-M, cuando el presidente del Gobierno era un miembro del PP, cuando el ministro del Interior era un miembro del PP, y cuando el ministro de Justicia era un miembro del PP.
No se enteraron entonces, que ocupaban puestos privilegiados para observar la realidad, y quieren saberlo ahora, quieren saber qué ocurrió, quién fue, a qué hora, y no están dispuestos a firmar ningún papel, por neutro que sea, hasta que no conozcan la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. Tienen un temperamento ambicioso. Enhorabuena.
Nosotros, gente de a pie, peatones de la historia, auxiliares administrativos de la realidad, tenemos que conformarnos con fragmentos de la verdad global con los que, mal que bien, vamos tirando.
Es verdad, por ejemplo, que Aznar nos metió en una guerra de ocupación en la que han muerto miles de civiles, por no hablar de aquellos a los que se les ha arrancado las piernas, se les han reventado los ojos o han sido torturados en las mismas cárceles de las que íbamos a liberarlos.
Es verdad que a algunas de estas personas mutiladas, con frecuencia niños, las hemos paseado impúdicamente por el mundo para que la gente apreciara la calidad de nuestras prótesis.
Es verdad que a partir de aquella decisión España se convirtió en objetivo de lo que se viene llamando terrorismo islamista. Es verdad que cuando estallaron las bombas, el PP, temiendo que la capacidad asociativa del electorado llegara a la conclusión de que dos y dos son cuatro, puso en marcha una campaña de propaganda infame para que miráramos en otra dirección.
Es verdad que el mismísimo Aznar se ocupó de intoxicar a los medios. Es verdad que los espías, Internet y la prensa internacional apuntaron enseguida a Al Qaeda.
Es verdad que Acebes aún finge ignorar quién era el ministro del Interior la mañana del 11 de marzo. Es verdad que mintieron y mienten en contra de lo que dicen el juez, la fiscal, la policía, los testigos.
Todo esto son verdades pequeñas, sí, pero si hicieran el esfuerzo de unirlas, a la manera de un puzzle, tal vez obtuvieran la verdad grande que todavía andan buscando como locos. El problema es que esa verdad grande es un espejo.
(este artículo me reconcilia con Millás y le paso que haya iniciado una carrera de mujeres en el colorín del país semanal, por ver quien es el ama de casa más sufrida y trabajadora)
(aúnque, quien soy yo para pasarle nada?)