Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres, que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte; pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte, por mucho que los nadies la llamen y aunque les pique la mano izquierda, o se levanten con el pie derecho, o empiecen el año cambiando de escoba.
Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada.
Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos:
Que no son, aunque sean. Que no hablan idiomas, sino dialectos. Que no profesan religiones, sino supersticiones. Que no hacen arte, sino artesanía. Que no practican cultura, sino folklore. Que no son seres humanos, sino recursos humanos. Que no tienen cara, sino brazos. Que no tienen nombre, sino número. Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local. Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata.
(Eduardo Galeano).
En esos nadies me reconozco yo.
Y me reivindico nadie.
Más cerca de todos, de mi folclore, de mi dialecto-a su vez dialecto de otro-,de mi pueblo, de mi esencia. Y sentirme así, con los pies pegados al calor de la tierra, me da la fuerza y me permite saber que muchas veces estaremos puteados, ninguneados o asoballados, pero somos legión ¿nonsí? Es cuestión de reconocernos, tomar conciencia, hablarnos y, allí en donde estemos, tomar partido.
A fuerza de insistir...