Como esta casa sigue ventilándose y no he decidido todavía si asentarme del todo o echar el cerrojo y largarme a otro lado (soy trashumante por naturaleza), me sentaré un rato en el suelo para contar como hoy, sin pensarlo de antemano, me tragué la boda enterita y en tiempo real.
Me levanté tempranito, un sábado a las nueve de la mañana se puede considerar así, y me dispuse a desayunar con calma, además de zumo, fresas, tostadas y un café recién hecho con poca leche, oscurito y rico. No tenía muy claro lo que iba a hacer después, pero el día se presentaba azul y espléndido e imaginaba que disfrutar de un paseo por la ciudad desierta (claro,no vivo en Madrid) o ir a la playa serían posibilidades a tener en cuenta. Pero héte aquí que el hábito adquirido de conectar la radio cuando estoy en la cocina echó por tierra cualquier otro plan. Mi cadena de referencia, la SER, con la que me aburro y me duermo también por las noches, estaba en plena faena de contar pormenorizadamente, con todo lujo de detalles, el atuendo, manera, ademán, glamour, elegancia, porte, facha, vestido, sombrero o pamela de cada uno de los invitados que iban llegando a la iglesia. De primeras no reaccioné, escuché unos segundos incluso divertida, pero enseguida me di cuenta de lo que se me echaba encima. No lograría librarme de la boda porque estaban dispuestos a contárnosla desde todas las esquinas. Y como me conozco, y sé cuanto magnifico las cosas cuando me las cuentan, y si me las cuentan bien entonces mi imaginación se recrea maravillosamente, me dije, este cuento no me lo cuentan a mí. Me lo paso yo por el forro. Y apagué la radio, desayuné con la misma calma todo lo demás y me fui al cuarto de estar; encendí la tele, extendí la tabla de la plancha, saqué la cesta con la ropa y me puse a la faena. Por la alfombra roja extendida delante de la Almudena desfilaban delante de mí, en mi televisión, todos los invitados reales con sus trajes y pamelas. Todos muy parecidos, ellos. Y todas multicolores, ellas. Y de ellas me enamoré de tres. Carolina de Mónaco, que llevaba con sublime elegancia al mejor marido imaginado; Sonsoles Espinosa, soberbia y naturalmente bella; y Rania de Jordania, maravillosa,una princesa desenvuelta que parecía salir de un cuento de las mil y una noches.
También me enamoró la lluvia, que solo se dignó a aparecer unicamente para la novia, así de exclusiva es.
He de aclarar que asistí a toda la ceremonia, eso sí, en modo silencio y amenizada por la música de los tribalistas. Ah, y que mi ropa quedó planchada, regular, pero planchada.
Y ahora, que nadie me venga contando más cuentos de la boda, que ya me la sé, la he leído yo solita!!!
1 comentario:
Hola:
a ver si adivinas quien soy? Claro te dejas la puerta abierta, como siempre...
Me gusta tu página, y la boda ya se nos está olvidando a todos (bueno yo me he ayudado dejando de ver la tele, no pongo la radio y entro y salgo del super deprisa, para no entrar en ningún comentario...)
Un beso, volveré..venga, ánimo que lo estas haciendo fenomenal...
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