o sin pensar y a todo correr
en una tarde de nubes grises que se desplazan con parsimonia sin dirección definida, retaguardia de borrasca en deserción,
pero que me han hecho enfundar la gabardina por primera vez esta temporada. Gabardina larga casi hasta los pies, parda, ancha y cómoda, con más de quince años de vieja. Y que de vuelta a casa guarda dos castañas en cada uno de sus bolsillos.
Castañas de indias, me dijo la mujer que me las dió, castañas de la suerte. Y sacó un puñado de una bolsa y me las puso en las manos.
Por no traerme toda la suerte para casa, regalé unas cuantas a las primeras personas conocidas que encontré y me quedé con cuatro.
o dos y dos
o cuando me las quite del bolsillo y las reparta por la casa
una y una y una y una
para que así por donde pase y mire sin querer
me toque la suerte de refilón
(y a vosotros conmigo)