

Le comenté a mi madre lo que pasaba , pero ella debía de desear tanto regresar a su casa que no le importó que decidiese seguir. No. Eran las once de la noche. El último pueblo que cruzamos quedaba atrás y se presentaban bastantes quilómetros de carretera negra por delante. Paré en el arcén. Probé el freno de nuevo. Olía a goma quemada y di media vuelta en dirección al pueblo. La grúa cargó con el coche y nosotras continuamos hasta casa en taxi. Gato blanco.